Fin del sueño en Silicon Valley: muchos fundadores de startups aparcan sus sueños para intentar progresar en tecnológicas asentadas

Mehak Vohra es fundadora de startups desde que dejó la universidad en 2016. Creó Jamocha Media, una empresa audiovisual y marca personal, y después SkillBank, un programa de formación en marketing digital. Sin embargo, a principios de este año, cerró SkillBank y se unió a una tecnológica más grande como directora de marketing.

Es la primera vez en su vida que está empleada y no es jefa.

«Solo quería tomarme un descanso», dice Vohra. «Es casi tranquilizador que otra persona me diga lo que tengo que hacer».

Más de 3.200 startups financiadas con capital riesgo cerraron el año pasado, una cifra que se espera que sea aún mayor este año, ya que la recaudación de fondos ha caído a su nivel más bajo en casi una década, según datos de PitchBook. Esto ha hecho que los fundadores de empresas en fase inicial que crearon empresas durante el ciclo de auge que terminó en 2022 se replanteen si quieren seguir siéndolo después de todo.

«La idea de ser emprendedora es más atractiva antes de haberlo sido», reflexiona Ishita Arora, fundadora y consejera delegada de Dayslice, una herramienta de programación para empresas de servicios que obtuvo 6 millones de dólares de financiación.

En diciembre, al ver que la empresa no estaba logrando el crecimiento exponencial que exigen los inversores de capital riesgo, cerró Dayslice y devolvió el dinero restante a los inversores.

«Tengo muchos amigos emprendedores y casi todos ellos no se sienten felices y fantasean con cómo sería ser un empleado más», añade Arora, que a principios de este año empezó a trabajar en Instrumentl, una plataforma para organizaciones sin ánimo de lucro, como una más de la plantilla de 50 empleados. «En términos de calidad del sueño y de disfrute de los fines de semana, sin duda es más fácil ser una empleada rasa», señala.

Los cuatro emprendedores con los que Business Insider ha hablado para este reportaje subrayan que disfrutan de una mayor calidad de vida y que no echan de menos las noches en vela ni la presión interminable que supone dirigir una startup.

«Existe mucho más equilibrio entre el trabajo y la vida personal», dice Vohra. «Me siento mucho menos estresada. Ahora tengo mucha más vida social y no me siento mal por salir».

También disfrutan de un sueldo considerablemente mayor, ya que ganan al menos el doble que cuando eran emprendedores, cuando la mayor parte de su remuneración estaba ligada a las acciones.

«Ahora puedo ahorrar y darme más caprichos», dice Vohra. «Son pequeñas cosas, como poder pagar un masaje».

Los emprendedores también dicen que no echan de menos el aislamiento que supone dirigir una empresa.

«Creo que puede ser muy solitario«, afirma Jacek Prus, que puso en marcha dos empresas de alimentación sostenible en San Francisco. «Realmente eres la única persona que está a ese nivel tomando esas decisiones, y la gente te va juzga constantemente».

Prus entró en Farmed Animal Funders, una colaboración de financiación descentralizada, como su director sénior de desarrollo a principios de este año, decidiendo que podría tener un mayor impacto como parte de una organización más grande.

«Si alguien está orientado a un propósito, siempre es bueno preguntarse si está creando la empresa porque realmente tiene una idea convincente, o es por una cuestión de ego«, explica Prus.

Aún se echa de menos ser emprendedor

Para los fundadores acostumbrados a la velocidad y agilidad de una startup, fichar por una empresa más grande puede resultar, a veces, aburrido y frustrante, y dejarles con ganas de «tirarse de los pelos», cuenta Sri Chandrasekar, socio director de Point72 Ventures.

«Cuando uno está acostumbrado a la autonomía total, una gran empresa puede parecerle lenta, con decisiones que requieren comités y cosas que podría haber hecho por su cuenta y que ahora necesitan aprobación», explica Chandrasekar. «Veo que muchos de esos ‘emprendedores nato’ vuelven a sus orígenes tarde o temprano con un vigor renovado, habiendo comprobado que no quieren volver a trabajar para nadie más que para ellos mismos».

A pesar de todas las ventajas de no trabajar hasta altas horas de la madrugada como fundador de una startup, la mayoría de las personas con las que ha hablado BI dicen que, en última instancia, echan de menos la emoción de su antigua vida y planean crear otra empresa después de descansar un poco y adquirir nuevas habilidades, así como cuando el entorno de financiación sea más favorable.

«Me encanta crear algo que pueda utilizar mucha gente y ser la dueña absoluta de ello, y he tenido que renunciar a parte de eso para fichar por otra empresa, pero lo veo todo como una experiencia de aprendizaje», resume Vohra. «Nunca me he planteado formar parte de una gran maquinaria empresarial. Sencillamente, no me emociona».

Otro emprendedor que hace poco empezó a trabajar en una empresa de tecnología financiera como parte de la adquisición de su startup dice que echa de menos la adrenalina y los retos que suponía dirigir una startup y que la vida corporativa le parece aburrida. (Ha declinado que se publique su nombre porque su fichaje no se ha anunciado todavía).

«Es muy cómodo», explica el emprendedor. «Me imagino cómo la gente se siente cada vez más cómoda y decide quedarse aquí eternamente».

Intenta mantener su estilo de vida, relativamente austero —solo derrocha en relojes—, a pesar de que ahora gana casi el triple.

«No quiero estancarme en la comodidad que supone ganar mucho más dinero», afirma el exempresario. «Quiero crear más empresas».

Ben Bergman,

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